Actualmente los países se encuentran sumidos en una crisis global sin precedentes, la que ha impactado transversalmente instituciones públicas y privadas. La situación de Chile estaba afectada incluso antes de la declaración de pandemia por la OMS el 11 de marzo de 2020, producto del movimiento social generado en octubre de 2019. Ambas condiciones han remecido los cimientos de nuestra sociedad, afectando la inversión y aumentando notoriamente los niveles de incertidumbre, tanto de la sociedad como de las empresas.
Bajo este escenario, es imprescindible tomar acciones que nos permitan poder aportar al crecimiento de nuestro país, ofreciendo mejores productos y servicios, y en paralelo mantener o disminuir los precios ofrecidos en el mercado. Esta condición nos obliga a buscar mayores eficiencias, optimización de las operaciones y el mejoramiento de la calidad.
Es necesario generar un vuelco en la forma de enfrentar los proyectos, la que debe involucrar a la totalidad de la organización, que permita un logro en que todos se sientan partícipes. La sociedad requiere nuevas actitudes del mundo laboral, desde trabajadores sin especialización hasta los niveles gerenciales.
El país demanda un cambio desde las raíces institucionales y legales, hasta la visión de las grandes y microempresas. La nueva organización social exige que las personas sean quienes perciban los beneficios de los productos y servicios, requiriendo mejor calidad y/o menores costos.
El mundo está cambiando: ¿evolucionará o se quedará atrás?